lunes, 5 de marzo de 2012

Vocación... ¿Y yo qué tengo que ver?



Hoy estuve conversando con un colega y tuvimos una de esas charlas de las que uno disfruta y puede sacar cosas positivas y nuevas maneras de ver las cosas.

Hablando de la vocación, compartíamos que esta es inherente al ser, al alma o como quieran llamarlo. No concebimos a lo vocacional como ajeno o como algo externo a uno mismo, como si fuese algo que tenemos que salir a buscar afuera o pedírselo a un otro que lo distribuye (como quien quiere "que le hagan un test" para saber para qué sirve o qué tiene que hacer de su vida. Puede que uno consiga un resultado para sacarse el tema de encima y que esa respuesta sirva durante un tiempo, pero a la larga o a la corta la pregunta acerca de quién queremos ser y qué queremos hacer nos tocará la puerta). Lo vocacional está en uno y desarrollarlo implica (y requiere) hacerse preguntas, realizar un camino hacia el interior de cada uno, conocerse y cuestionarse. Claro que de manera sincera con uno mismo, sin engañarse, sin vueltas, de frente digamos. Y esto a veces hace que uno se las vea con cosas no resueltas, propias o ajenas inclusive. Recién después de este camino hacia uno mismo es que uno debe contemplar las opciones que ofrece el contexto (carreras, trabajos, oportunidades, becas, etc.). Esto no significa que lo vocacional sea independiente del contexto, sino todo lo contrario. De hecho, uno no puede realizar elecciones sin considerar el entorno en el que uno va a moverse luego de elegir. No es lo mismo estar en la Capital Federal que en La Quiaca, en Buenos Aires que en Santa Cruz, en la Argentina que en Japón. Cada lugar tiene sus particularidades más allá de lo globalizado que pueda estar.

Por último, otra de las reflexiones que compartíamos es que la carrera elegida (en el caso de los jóvenes que desean estudiar después del secundario), por un lado no debe ser vista como un fin en sí mismo, como la realización del deseo o la culminación de un proyecto, sino más bien como un medio que posibilita desarrollarse laboralmente. Y por otro, que el título logrado no nos determina in eternum limitándonos a un "corralito vocacional", sino que nos aporta herramientas. En definitiva, por más vestiduras que nos probemos, somos nosotros los actores de la obra de teatro y, como seres con infinitas particularidades, son múltiples los caminos que podemos transitar, aun sin importar la educación formal recibida. La educación nos da elementos, pero la creatividad, la obra de arte, es nuestra. Una enriquece a la otra. Es una sociedad fiel que que se recrea constantemente a través de experiencias, conocimientos, vivencias, aprendizajes, expectativas y proyectos.

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